Despues de pasar una semana agobiante, intento que el itinerario 23 de L’Alt Bergueda (Azimut), me compense las ansiedades de los últimos dÃas. ¡Vaya racha!.
Llegamos hasta el punto horario 0:55h y a partir de ahà la explicación de la reseña y mi intuición de por donde ha de ir el camino son contradictorias. Obedezco al texto un rato hasta que me convenzo que la dirección es erronea y me decido a buscar el paso campo traves. Terreno muy cerrado, malo para avanzar lo suficientemente deprisa, más cuando las vacas no han prestado su habitual colaboración involuntaria que aprovecho tantas veces. Avanzamos penosamente y finalmente el sonido de unos cencerros me deciden a cambiar de direccion para ver si encuentro zona transitable. Nada. Hemos perdido demasiado tiempo y no quiero someter más a mis acompañantes –en especial a Gloria- a este avanzar tortuoso que le puede dejar, creo, un balance del dÃa insatisfactorio. Hoy no es el dÃa, como tampoco lo ha sido la semana.
En un prado comemos tranquilamente y estar al aire libre, aún sin triunfos montañeros, me calma. Vuelvo a casa renovado. Esta montaña seguirá ahà y ahora se más de ella. Creo que volveré otro dÃa, a ver si esta vez se deja.
El lunes me leo “Hacias rutas salvajes†de Jon Krakauer. El texto de la contraportada me seduce, conforme ojeo el libro me pregunto si en la narración de esta aventura (con final trágico), de Chris McCandless, encontraré alguna explicación al por que algunas personas necesitan aislarse en la montaña.
Son interesantes las transcripciones de los subrayados que hizo el malogrado aventurero de libros que le inspiraban en su epopeya; bastantes de Henry David Thoreau.
Baraja Krakauer muchas hipotesis sobre las causas de la tragedia. Yo dirÃa que su, por lo que cuentan, gran inteligencia le traicionó al darle un exceso de confianza para afrontar la estancia, en un entorno como Alaska, que no perdona los errores.
En cualquier caso, “chapeau†por Chris que se atrevió a vivir sus sueños y vivió sin miedo.