Los secretos no se explican. Los tesoros no se muestran. Su visión desencadena la codicia y por su posesión, los hombres se destruyen; ¡y quizas peor: los destruyen!.
Algunos lugares son tesoros. Es preciso protegerlos. Indispensable callarlos.
Son para los que los encuentran, para los que los necesitan, para los que están dispuestos a reconocerlos. Es un error mostrarlos y pretender que comprenda su valor quien no está preparado para ello.
Es preferible el silencio.
No son lugares para turistas comodones, ni para deportistas sofocados, ni para gente con prisa.
Son lugares de meditación, como templos abiertos al cielo y sólo se debe ir de vez en cuando, cuando el espÃritu lo exige.
Son lugares de silencio: sobran los gritos, las risas, la actitud prepotente del que se siente dueño. Sobrán los refugios, las señales y los restos que dejan nuestros vandálicos conciudadanos. Es indispensable el respeto.
Son retazos salvajes donde los animales campan a sus anchas sin que los inoportunen las hordas humanas.
No puedo decir más.
"Te lo cuento pero no lo expliques, ¡es un secreto!".... y contarlo, es poner en peligro los últimos reductos del Paraiso. No asumo esa responsabilidad.
Mejor el silencio.