Sunday 4 de May de 2008, 22:05:15

2008 05 01 Circuito desde Pratdip.

"Aquí us descrivim un circuit aeri, molt elegant, però absolutament prohibit a qui pateix vertigen".
Esta frase de Antoni Cabré en el encabezamiento del Itinerario num. 6: "Circuit desde Pratdip (Baix Camp)" del libro de reseñas EXCURSIONS ESCOLLIDES DES DE LA COSTA DAURADA (Azimut -31) me sedujo.
El 16 de marzo intentamos realizar este prometedor itinerario, pero un fuerte viento nos lo impidió. Quedó pues, en la lista de "pendientes". El rápido tránsito hacia el verano,  imponía no dilatar la  espera, pues dentro de muy poco, el calor y la falta de agua, con seguridad dificultarían el éxito de la salida.

Para empezar pronto a caminar -y a la vez no madrugar demasiado-, salimos el día anterior por la tarde, con la intención de llegar sin prisas a Pratdip, cenar en el bar del pueblo y dormir por ahí, donde se terciase... El atasco producido por un accidente nos retrasó y llegamos al bar cuando ya lo cerraban. Nada de bocatas, nada de cervecitas frescas, nada de nada... pero esta circunstancia no nos afectó demasiado, porque en el coche llevo siempre provisiones. Cenamos unas judías con chorizo "conmovedoras", y cómo la bota estaba llena solo añoramos  el bar, a la hora de fregar los platos...

Tras la cena, en el estado de gracia que da la tripa llena  y después de inspeccionar el cielo, decidimos vivaquear. Las condiciones eran perfectas: lugar escondido y tranquilo; y noche templada sin amenaza de la siempre inoportuna lluvia. Dicho y hecho: un toldo en el suelo, tres aislantes por persona, sacos y un enorme y polivalente edredón. Con las cajas de comida y los extremos sobrantes del toldo, levanté un improvisado cortavientos. El resultado no fue un vivac de supervivencia sino una confortable madriguera bajo las estrellas; un autentico lujo.  Así pues, instalados de primera, saboreamos  la noche, sus sonidos, los aromas que transportaba la leve brisa nocturna.... Vimos como algunas nubes en lento movimiento escondían las estrellas intermitentemente, pero poco; la conciencia nos abandonó en escasos minutos: enseguida llegó el sueño que nos transportó a otros paraisos.


El amanecer fue anunciado por el canto de los pájaros, nada que ver con el estridente despertador de los laborables.
Nos sumamos al ritmo pausado de la naturaleza y sin demasiados aspavientos -más rutinarios que sentidos-  iniciamos las actividades del día: vestirnos,  desayunar  (un café con un pedazo de bizcocho), revisar la mochila y sin dilación ¡en marcha!

Seguimos las indicaciones de la guía  pero en la parte "circular"  caminamos en sentido opuesto al descrito. Cosas de la montaña, el Mont Redon y el Cavall Bernat me llamaron de buena mañana, imposible no acudir presurosos a la cita.

Cielo azul, caminos trillados en paisajes pedregosos, en la lejanía modernos molinos de viento, cimas con formas caprichosas.... y sobre todo la sensación de plenitud por estar ahí, en ese momento, disfrutándolo.

Es una excursión variada, por senderos abiertos y en otras ocasiones flanqueando precipicios. Con multitud de vistas pues el camino, adaptándose a los caprichos del terreno, nos muestra mil rincones y vericuetos. Así es el Cami del Recingle  donde un rebaño de cabras domesticas pacían tranquilamente y tomaban el sol.

En la  Miranda de Llavería han construido un escultórico edificio. Consta de una gran esfera sobre una construcción de forma cúbica. Debe ser un observatorio meteorológico.  ¡Yo que me quejo de los belenes en las cimas!.

Comimos y tomamos el sol en la Creu de la Llaveria. Un padre y su hijo de siete años llegaron al poco mientras dormitamos. Escuché discretamente el diálogo entre ambos. El padre, amante de la montaña, procuraba estimular al hijo enseñándole a mirar el entorno con explicaciones adecuadas a la edad del chaval:  La cruz de hierro, que animalillos se pueden encontrar debajo de una piedra, los caminos recorridos para llegar finalmente a la cima....   Me identifico con la escena y me vienen recuerdos análogos.
Luego conversamos un poco y de sus palabras deduje cuanto  le gustaría  vivir en el pueblo; pero su trabajo y las relaciones familiares se lo impiden... De nuevo me identifico. ¿Tantos somos los inadaptados?

Despues de comer, con la luz más dulce del atardecer y el leve descanso de la siesta, el paisaje aun me parece más hermoso. Las rocas toman un matiz más rojizo y las sombras proyectadas realzan las formas. Un poco de verde en la Font de Mont Redon da la nota de color. Poco más tarde nos sorprendemos  al tener que destrepar, con la ayuda de unas cadenas instaladas, por una canal bastante descompuesta. Volvemos a sentir que estamos en un sendero  esencialmente variado y que la sesión de tarde reserva todavía su ración de emociones.
Este descenso seguramente es el tramo más peligroso, pero con un poco de atención se salva sin más. A los diestros, nos ayuda que el cable en la bajada se agarre con la mano derecha.
Flanqueamos, subimos y enlazamos con cresta de la Seda que hemos pisado horas antes. Exige agilidad y prudencia en el destrepe pero las presas son buenas y limpias; es difícil un accidente.

Nosotros no encontramos tantas dificultades pero entiendo que el autor, para curarse en salud, recalque mucho el riesgo, de tal forma que nadie le pueda reclamar que no avisó. Nunca se sabe que marciano se va a hacer excursionista. En cualquier caso no es itinerario para hacer con fuerte viento y en la jornada me alegré varias veces de haberme rendido en el anterior intento.

El balance del día es totalmente positivo. Coincido con el autor en que es una excursión "elegante" y añado yo, muy montañera. Se hace con pies, manos y cabeza; resistencia, agilidad y algo de temple.
Valoro sobre todo que  Antoni Cabré haya seleccionado este ameno e interesante recorrido, ofreciendonoslo en la guia, pues no es muy frecuente encontrar excursiones tan completas. Me lo guardo para los compromisos, para cuando quiera llevar a gente y que disfruten,  demostrándoles la razón porque a mi estas montañas me cautivan.

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