En este año olÃmpico los medios de comunicación nos bombardean con mensajes que enaltecen las proezas de los atletas y el espÃritu especial de las Olimpiadas. Es parte del circo económico que promueve el consumo. Las multinacionales se gastan mucho dinero para que ese espectaculo se convierta en una promoción de sus productos y compremos y compremos...
Admiramos la fuerza, la destreza y coraje de jóvenes superdotados. Nos gustarÃa ser como ellos y realizar marcas sobrehumanas, pero no tenemos sus capacidades. Inconscientemente buscamos ayuda para emularlos y los hábiles publicistas nos ofrecen la solución: nos hacen creer que si nos ponemos las zapatillas y camisetas que llevan nuestros heroes, lo conseguiremos. Nos tratan como borregos y lo aceptamos.
Los medios nos muestran parte de la realidad y poco a poco la conforman. Nos ofrecen lo vendible y el resto, para ellos inutil, lo omiten. No serÃa grave si la difusión de esta visión parcial del mundo (y las relaciones humanas) no nos impidiera ver el mundo tal cual es; pero somos limitados y comodones, y nos conformamos con la información fácil que nos regalan los gurus.
Ascendimos al Puigmal en un dÃa claro y apacible. Sin embargo la cima desprotegida, era azotada por el viento que nos enfriaba deprisa; nos resguardamos en uno de los refugios de vivac y nos dedicamos a observar al personal. ¡Es distraido!.
A media mañana, como es habitual,la amplia cumbre estaba ocupada por variopintos personajes. Muchos subÃan desde Nuria, como complemento a la visita al centro comercial (o vacacional, no se...) Se les veÃa pardillos y: o apenas calzaban unas sandalias, (como si pasearan por la ciudad), o iban superequipados, con todo novÃsimo (por supuesto del Decathlon). Los montañeros de siempre se mimetizaban en el paisaje y cruzaban la espontanea concentración de fotografos y fotografiados con discreción.
Estabamos comentando la jugada, cuando llegó un personaje peculiar: un montañero bastante mayor con un collarÃn rigido que le inmovilizaba el cuello, llegó trabajosamente al vértice geodésico. En su cara se percibÃa el sufrimiento y la satisfacción por haber llegado. Consultó un altÃmetro analógico que llevaba en una funda de piel ennegrecida por el sudor y el tiempo, e hizo unas anotaciones en una hoja de papel.
Los ensalzados atletas olÃmpicos, a su lado, quedaron empequeñecidos; me pareció más heróica su anónima gesta al luchar contra sus serÃas limitaciones, sólo por la voluntad de llegar a una modesta cumbre, sin buscar honor ni gloria, que el mayor record olÃmpico del deporte actual, tantas veces contaminado por la Quimica. Para mi está claro: hay héroes y Héroes.