Estuve en el verano y vuelvo a Navarra a buscar los colores del otoño.
Iratà lleva fama -los de mendiak me dicen que está en su punto- asà que sin dilación me organizo una escapada.
Sobre la marcha, como ya casi siempre, cambio los planes: y visitamos cámara en mano Urbasa, el Nacedero del Urederra, Iratà por el lado de Irabia y el Urkulo. Hacemos muchas fotos con la vana esperanza de captar esas luces cambiantes pero los resultados son mediocres. Ni soy buen fotógrafo ni mi cámara lo suficientemente buena. Hago lo que puedo y cada vez que disparo intento memorizar la escena, para que cada foto sea un icono que me rememore el color, el leve sonido del viento y el olor de los hayedos. FotografÃo paisajes y detalles –tengo la creencia que la Naturaleza es fractal y que todo está en todo- que luego miro en casa entre decepcionado y nostálgico. No es eso. No es lo que he visto... pero algo de esa tristeza otoñal me acompaña y mágicamente se transforma en alegrÃa.
¡Vaya negocio!: voy a Navarra (a llevarme sus colores) y parte de mà se queda.