Para someter al gorila -que no matarlo, ¡pobre bicho!- , el 30 de mayo, por la tarde, ya comenzamos a caminar: Quince vespertinos kilómetros, yendo a la Roca Foradada (de Corbera) y retornando casi de noche. ¿Quien dice que se ha de madrugar?.
El plan del sábado era subir a Andorrra para un pequeño "stage" recordatorio, pero un luctuoso suceso y de nuevo la lluvia frustraron el propósito.
Decidà enojado que saldrÃa el domingo, contra mis propias convenciones aunque lloviera.
El itinerario no comprometido, de Barcelona a Corbera de Llobregat, de tenaz pateo, era adecuado. En el peor de los casos nos tocarÃa caminar con las incomodidades propias del mojarse que a tan escasa altitud es mero fastidio y no riesgo.
Comenzamos a las 8 con un mal tiempo que invitaba a abandonar. Sólo la necesidad de encadenar al gorila evitó que anulara la excursión. Todo gris, lluvia que no txirimiri... De no mejorar el tiempo, en pocas horas estarÃamos calados. Pero algo me hizo confiar en que el tiempo nos darÃa una oportunidad.
Collserola estaba preciosa. El pantano de Vallvidrera lleno. Las laderas norte, a pesar de la escasa altitud, gestionan generosamente la vegetación. Si las fotografÃas con un tele, para aislarlas de los signos de civilización y descontextualizarlas, parecen retazos de una autentica selva.
Y tuve la sensación de que los mares se separaban a nuestro paso. Continuó lloviendo pero ya no tanto; cada vez menos y más espaciadamente. Y aumentó nuestra confianza hasta el punto de que al divisar Molins de Rei supimos que dificilmente no culminarÃamos nuestra empresa.
El tiempo mejoró conforme acumulábamos kilómetros. Pasamos por feas zonas urbanas e industriales y tambien por oasis de ruralidad abandonada que compensaban la deprimente visión de las industrias.
Paso a paso, sabiendo que no seguÃamos estéticos itinerarios sino que creabamos una vÃa de comunicación (para mi) necesaria, avanzamos
Y al llegar a nuestro destino sentimos gran satisfacción; quizas por no haber cejazo en el empeño; quizas por las endorfinas que defendÃan nuestro cuerpo maltratado; quizas por la sensación de que al poder llegar caminando a un lugar, se suprimen las barreras y se gana en libertad.
Balance positivo pues: entre el viernes y el domingo 40 km que me mantienen la máquina engrasada y -lo más importante- exilian al intemperado gorila a su propia selva.